El 26 de diciembre de 2024, el mundo de la fotografía y el arte visual perdió a una de sus almas más valiosas. Sebastián Pii, nacido como Jhon Sebastian Castillo Piñeros, nos dejó físicamente, pero su legado trasciende el tiempo. Con tan solo 31 años, este bogotano rompió barreras, desafió estereotipos y nos mostró que la verdadera belleza radica en aceptarnos tal como somos.
Desde una edad temprana, Sebastián encontró en la fotografía su forma de expresión. Graduado de Zona 5, comenzó a explorar la fotografía de desnudos a los 13 años, un camino que no solo le permitió enfrentarse a sus propios complejos, sino también abrir un diálogo intenso sobre la interacción entre el arte y la humanidad. “Al principio tuve complejos y, si yo los tengo, alguien más los debe tener. Para librarme de esos complejos, los empecé a retratar en fotografía y a hacerlos públicos”, decía.
Sebastián fue más que un fotógrafo; fue un mensajero de la autoaceptación y el amor propio. Su personaje, "Pii", representaba autoestima, seguridad y la celebración de lo auténtico. “Es un mensaje para que las demás personas se autoanalicen, se aprendan a querer. Es reconocer la esencia, reconocer el ser y darle la importancia a lo que nos constituye como personas”, expresó en vida.
Sin embargo, su obra no se limitó a los autorretratos. Aunque estos fueron una parte importante de su trayectoria, Sebastián soñaba con ir más allá, explorando la fotografía gastronómica y de producto, dejando claro que su arte era tan diverso como su espíritu.
Su vida, marcada por el síndrome de Hallerman-Streiff, fue un ejemplo de resistencia y valentía. Sebastián rechazó ser encasillado como un "símbolo de superación". Su historia, lejos de ser un contenido para generar morbo, era un testimonio de autenticidad y creación.
Sebastián también fue actor en la película Entre la niebla, donde dejó una marca imborrable con su compromiso y talento. Según Augusto Sandino, director del filme, Sebastián enfrentó con fortaleza las exigencias del rodaje en el páramo, demostrando una resiliencia que inspiraba a todos a su alrededor.
Hoy, mientras nos enfrentamos al vacío que deja su partida, reflexionamos sobre las lecciones que nos deja: aceptarnos a nosotros mismos, valorar nuestra esencia y utilizar nuestra diferencia como una herramienta de transformación.
Sebastián Pii no solo fue un artista; fue un faro de esperanza para quienes se sienten juzgados o marginados. Su mensaje de amor propio sigue vivo en cada imagen, en cada recuerdo y en cada vida que tocó con su arte.
Gracias, Sebastián, por enseñarnos que la belleza y la felicidad son un acto de valentía. Tu luz seguirá brillando, iluminando a quienes buscan inspiración para aceptarse tal como son.
Descansa en paz, artista de la luz.
